Cantar a pleno pulmón. Pisar el césped con los pies descalzos. Comer nocilla con los dedos de las manos. Hacerte gritar. Los besos de esquimal. Y los de mariposa. Reir hasta que me duela la barriga. Bailar bajo la lluvía. Saltar más alto que nadie. Tirarme a la piscina con ropa. Hacerme pasar por guiri. Ser feliz. Poner la música alta hasta que se quejen los vecinos. Viajar. Quitarte la ropa. Leer la Sombra del Viento. Que me hagas cosquillas. Subir en montañas rusas. Perderme por el bosque. Desayunar donuts de chocolate. Escuchar los susurros del viento. Coleccionar secretos. Las tardes de invierno. Subir hasta el cielo. Comerte a besos. El sonido de la lluvia. Patinar sobre el hielo.

sábado, 14 de mayo de 2011

Los pies en su salpicadero.

Así que supondrás que yo soy la primera que entiende el que pierdas la cabeza por su sonrisa, y el sentido por sus palabras, y el pecho por un mínimo roce de mejilla. Que las suspicacias, los disimulos cuando pasa, las incomodidades de orgullo que pueda provocarte, son algo con lo que ya cuento.
Quiero decir que a mí de versos no me tienes que decir nada… que hace tiempo que escribo los míos. Que yo también lo veo. Que cuando él cruza por debajo del cielo solo las tontas miran al cielo. Que sé como agacha la cabeza, levanta la mirada y se muerde el labio inferior. Que conozco su voz en formato susurro y formato gemido, en formato secreto y formato suspiro. Que me sé sus cicatrices y el sitio que le tienes que tocar en el Este de su pie izquierdo para conseguir que se ría. Y me sé lo de sus rodillas, y la totalidad de los secretos que se esconden bajo su camisa.

Que yo también he memorizado su número de teléfono, pero además el número de sus escalones, y el número de veces que afina las cuerdas antes de ahorcarse por bulerías. 
Que no sólo conozco su última pesadilla, también las mil anteriores, y yo sí que no tengo cojones de decirle que no a nada porque tengo más deudas con su espalda de las que nadie tendrá jamás con la luna. Que sé la cara que pone cuando se deja ser completamente él mismo, rendido a ese puto milagro que supone que exista. Que lo he visto volar por encima de promesas que valían mucho más que estos dedos, y lo he visto formar un charco de arena rompiendo todos los relojes que le puso el camino, y lo he visto hacerle competencia a cualquier amanecer por la ventana. 
Por eso, eso que me cuentas de que mírale cómo bebe las cervezas y cómo se revuelve sobre las baldosas y qué fácil parece a veces enamorarse. Todo eso de que él puede llegar a ser ese puto único motivo de seguir vivo y a la mierda con la autodestrucción... Todo eso de que los besos de ciertas bocas saben mejor es un cuento que me sé desde el día que me dio dos besos y me dijo su nombre.Que te entiendo. Que yo escribo sobre lo mismo. Sobre el mismo. Que razones tenemos todos. Pero yo muchas más que vosotros..

1 comentario:

Erika M dijo...

impresionante, me encata :)
un beso